En la actualidad, no es una ninguna novedad para los amantes de la tecnología que la obsolescencia programada está presente en la mayoría de los dispositivos lanzados en la última década. Esta práctica dicta el momento en que los dispositivos dejarán de ser útiles y, aunque los usuarios intenten prolongar su vida útil, tarde o temprano deberán despedirse de ellos, algo que la Unión Europea busca evitar con algunas nuevas medidas legislativas contra las empresas.
Los smartphones son uno de los dispositivos más afectados por la obsolescencia programada, una industria en la que las actualizaciones constantes y el lanzamiento de nuevos modelos hacen que los teléfonos inteligentes pierdan funcionalidades y queden obsoletos. Como ejemplo, a finales de 2022 se publicó una lista con equipos que perderían el acceso a WhatsApp a lo largo de este año. Además, según Techradar, Apple planea desactivar los modelos más antiguos de iPhone para “obligar” a los usuarios a adquirir nuevos dispositivos.
El Adiós de Apple a sus antiguos iPhone
Apple tiene previsto desactivar el acceso a servicios en línea clave en los modelos más antiguos de su línea móvil, como el iPhone 5S o el iPhone 6, que perderían la posibilidad de acceder a herramientas tan útiles como la App Store, Mapas o Siri. Esta decisión afectará a todos los dispositivos que tengan instalado el sistema operativo iOS 11, un software en teoría “obsoleto” en comparación con la versión actual, iOS 16.
Según la fuente, la fecha elegida para implementar estas medidas sería tan pronto como mayo de 2023. Los usuarios que aún dispongan de modelos antiguos de iPhone tendrán que considerar la renovación de sus dispositivos, ya que en las próximas semanas la compañía eliminará los servicios básicos de estos smartphones.
De este modo, Apple estaría buscando incentivar la adquisición de nuevos modelos de iPhone para poder continuar disfrutando de los servicios de la compañía.
¿Qué es la obsolescencia Programada?
La obsolescencia programada es una práctica industrial que consiste en diseñar y producir productos con una vida útil limitada o predeterminada, lo que obliga a los consumidores a reemplazarlos por nuevos productos con mayor frecuencia. Esta práctica, que comenzó a popularizarse en la década de 1920, se aplica en una amplia variedad de productos, desde electrodomésticos hasta dispositivos electrónicos y celulares.
En muchos casos, la obsolescencia programada se logra mediante la incorporación de componentes de baja calidad o mediante la introducción de tecnologías nuevas y no compatibles con los productos antiguos. Esta práctica ha generado críticas y preocupaciones en torno a la sostenibilidad, la economía y los derechos de los consumidores.
