Silicon Valley toma su nombre en honor a un elemento, el silicio. Es el componente semiconductor principal de prácticamente todos los microchips que usamos en la actualidad, desde el que controla el procesador de un ordenador hasta el que controla el arranque de tu coche. Gracias precisamente a los increíbles avances que en la década de los 60 se estaban haciendo con las propiedades del silicio y la velocidad de los transistores, Gordon Moore pudo enunciar su famosa Ley de Moore en 1965, que establece que aproximadamente cada 24 meses se duplica el número de transistores en un circuito integrado.
Esta ley se ha ido cumpliendo de manera prácticamente invariable. Sin embargo, últimamente varios estudios confirmaban que en 75 años se alcanzarán las velocidades máximas de procesamiento para un ordenador no cuántico, y que la propia Ley de Moore podría dejar de cumplirse incluso en menos tiempo. Hasta ahora se había intentado por varios frente encontrar un material que pudiese de alguna manera sustituir al silicio, uno de los más prometedores es el grafeno.
El grafeno es una estructura laminar, plana, y que consta sólo de un átomo de grosor. Ese átomo es el de Carbono, que forma la lámina gracias a que se dispone formando hexágonos, como en un panal de abejas. La pregunta llega ahora sobre cómo construir, en definitiva, un cableado metálico, una serie de interconexiones, dentro de esa lámina, para que pueda tener su aplicación en el campo de los microprocesadores.
Lo único que se había conseguido es una cierta conductividad en los bordes de esas láminas, pero muy poco eficaces y que además carecían de utilidad, pues se desaprovechaba el resto del material. Pero ahora un equipo de la South Florida University ha logrado, por fin, una manera de introducir un hilo conductor definido dentro de la hoja de grafeno.
Lo curioso es que este hilo surge como un ‘defecto’, como una alteración, que no debería estar ahí pero que sin embargo ha servido para descubrir sus posibles aplicaciones. El hilo conductor se forma a partir de la introducción de anillos pentagonales y octogonales que se acoplan con los restantes hexágonos y que van marcando un patrón a lo largo de la lámina de grafeno por donde se produciría la conductividad necesaria.
Todavía queda mucho por descubrir, por mejorar y por depurar el proceso, que básicamente consiste en unir dos láminas y aprovechar justo la conductividad de ambos bordes, pero sienta las bases para el futuro de microprocesadores increíblemente más potentes rápidos y veloces de los que tenemos ahora. Puede que esté equivocado, pero mientras la computación cuántica no acabe de convertirse en una realidad, es probable que empecemos a oír la palabra grafeno mucho más a menudo de lo que pensamos.
Extraido de Alt1040