A pesar de que el candidato Mousavi hizo un importante uso de medios sociales en su campaña (fundamentalmente como recurso al encontrarse cerrado el acceso a los medios tradicionales de comunicación), el bloqueo y vigilancia al que el régimen iraní está sometiendo a la red hace que, en realidad, la inmensa mayoría del apoyo que se percibe en redes como Facebook o Twitter provenga del exterior del país, bien de expatriados o de simpatizantes. Como bien comenta Ethan Zuckerman en el articulo, las redes sociales tienen muy poco que ver con lo que ocurre a pie de calle dentro del país, aunque sí tienen un muy importante valor a la hora de esparcir las noticias y lograr seguimiento y apoyo fuera del mismo, sobre todo en una situación en la que la prensa internacional encuentra dificultades para informar. De la totalidad de entradas en Twitter referentes a la revolución iraní, la inmensa mayoría son retweets de personas no relacionadas directamente con ella, lo que proporciona una indudable capacidad de amplificación del fenómeno. Por otro lado, la interpretación directa de lo que se recibe a través de los medios sociales no deja de ser relativamente peligrosa en este caso: no se trata de que el país entero apoye a Moussavi ni de que Ahmadinejad no tenga seguidores, sino de que los seguidores de éste último no tienen smartphones, no hablan inglés y no usan Internet.
Las conclusiones son evidentes: los medios sociales pueden adquirir una gran importancia en un proceso de insurgencia y pueden ser muy necesarios para difundir los hechos y suscitar apoyo internacional, pero en realidad, eso puede obtenerse con un número muy bajo de usuarios activos, dispuestos a arriesgarse para saltarse los bloqueos que se intenten imponer. El hecho de que herramientas como Twitter tengan a su alrededor un vasto ecosistema de aplicaciones de terceras partes y medios de acceso a la red de todo tipo dificulta indudablemente los intentos de bloqueo y proporciona un arma potente a los insurgentes que cualquier régimen encontrará mucho más difícil bloquear. Pero de ahí a una “revolución Twitter”, va un largo trecho: en la calle, una revolución sigue siendo una revolución, y Twitter sigue siendo Twitter. Las revoluciones se siguen organizando como toda la vida, logrando poner de acuerdo el apoyo de un montón de personas a una causa común. Personas de las cuales un porcentaje muy escaso usa Twitter o siquiera sabe lo que es.
Extraido de Enrique Dans