Después de que la llamada primera generación de libros electrónicos fuera un completo fracaso, la llegada de la tecnología de tinta electrónica les da un nuevo impulso definitivo.
Junto con una mayor sensatez en cuanto a formatos, será el papel electrónico y su fácil lectura lo que consolide la industria y esté posibilitando el despegue de los actuales lectores de libros electrónicos.
Leer contenidos en pantallas tradicionales presenta una nefasta consecuencia: la vista se cansa como respuesta a la iluminación posterior que necesitan las pantallas de cristal líquido para mostrar contenido. Esa iluminación también provoca un consumo mayor y no podemos mantener pendiente a un lector de recargar su nuevo libro electrónico a poco que lea mucho. La incidencia de la luz también tenía que mejorarse, así que ya estaban sentadas las bases de la tinta electrónica.
Básicamente el papel electrónico está formado por una lámina plástica protectora, un polímero y la malla de microtransistores eléctricos.
Las base de su funcionamiento son unas partículas esféricas que se cuentan por millones y que se cargan eléctricamente. La aplicación de una pequeña corriente provoca que varíen su tonalidad y se formen imágenes que componen las letras Según la calidad de esa lámina podemos hablar de más o menos niveles de gris en una pantalla de papel digital.
Existen dos sistemas para implementar la tinta electrónica.: Gyricon de la empresa Xerox y E-Ink, una de las más conocidas. La tecnología de Xerox, que es la pionera en este campo, dispone las esferas con dos partes, una negra y otra blanca. Esas esferas están repartidas sobre un gel en el que flotan libremente.
El transmisor que hay debajo de las esferas se encarga de activarlas. Si aplicamos una descarga positiva, la mitad negra bascula y tiende a subir. Al estar en un gel moviéndose libremente, cambia su posición. Cuando la descarga es negativa ocurre justo lo contrario.
E-Ink es la tecnología más conocida y usada. Con ella se consigue de forma general una mayor definición de imagen. La base de su funcionamiento son también esferas que se van a cargar eléctricamente, pero en este caso las esferas están rellenas de líquido transparente en cuyo interior encontramos partículas de titanio blancas y negras.
También debajo de cada cápsula encontramos la parte transmisora, compuesta en este caso por dos elementos que reciben dos impulsos eléctricos que pueden ser de igual o diferente signo. Con esa doble potencia de control conseguimos mover la totalidad o la mitad de las partículas de cada color, consiguiendo por lo tanto mayor definición y varios niveles de grises.
Con la ausencia de la retroiluminación en las pantallas de tinta electrónica obtenemos una ventaja directa muy importante para los lectores portátiles: el tamaño. Menos de 3 mm es el grosor de este papel, que además tiene menor consumo.
Las imágenes son también más brillantes y su visualización apenas depende del ángulo. También se pueden comportar de manera muy aceptable bajo la luz del sol.
En cuanto a la autonomía, puede ser muy alta, del orden de 8.000 a 10.000 páginas por carga de la batería, básicamente porque una vez plasmada una imagen las esferas no necesitan voltaje para mantenerse en su situación.
Debido a que las esferas que conforman la base de la tinta electrónica necesitan actualizar la información, esta tecnología presenta todavía problemas de lentitud a la hora de refrescar una página tras otra. Ese parpadeo página tras página es lo más molesto de la lectura de un libro electrónico en dispositivos con esta tecnología.
Por otro lado, todavía se está lejos de frecuencias de refresco que reproduzcan mejores imágenes o vídeos, y la llegada del color es toda una incógnita.
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Extraido de Xataka