Mi experiencia escalofriante
Fue muy traumante. Durante los siguientes meses perdí la fe en la Palm. Me convertí en un detractor hereje. La blasfemia rebosaba de mi boca a cada momento. Sin embargo, fui iluminado nuevamente. Tomé las precauciones debidas y heme aquí, convertido en uno de los principales publicistas de Palm.
Aquella noche, sentí algo similar. Las entrañas se me desgarraron cuando observé que en mis Direcciones y Block de notas nada había. Como si hubiera sido recién comprada. Lo extraño fue que la Agenda y otros programas donde guardo información no sufrieron daño alguno.
Pasé la noche en vela tratando de encontrar las respuestas adecuadas. M encontraba inmerso en un abismo infinito y la angustia me devoraba. Tenía que esperar llegara a la oficina para hacer la Hotsync, pero la fe no me estaba ayudando pues se desmoronaba lentamente.
Oh Dios, no puede ser que haya perdido tanta información de tres años. Tantos direcciones y anotaciones de gran importancia para mi vida profesional, social y familiar. Mis breviarios culturales estaban desaparecidos; mis artículos publicados en el Diario, algunos ya de imposible reproducción. La noche transcurrió lentamente proporcionándome insoportable insomnio.
Al día siguiente, presto acudí a la computadora que podría ser mi salvación. Coloqué en la base a la m515. Me cercioré que todas las funciones sean “PC a Palm”; no quise arriesgar con la sincronización, hay que ir a lo seguro. Ejecuté… ¡y nada!
Cargaba la .45 para tomar una salida desesperada y falsa, pero necesaria, cuando decidí darme una última oportunidad: llamar a Ricardo Hernández, el ombudsman de la Palm. Me comuniqué, lloré, grité, mi vida estaba acabada. Cuestioné cada corriente filosófica, al budismo y hasta al “new age”. Sus palabras fueron suaves para mi espíritu, pero sin mucha esperanza.
Cansado, colgué -la llamada era a su celular-, e hice lo que todo hombre debe hacer en algún momento de su vida. Firmemente tomé a la Palm e incrusté el fino palillo de lápiz óptico en el orificio del “reset”. Fue rápido, ni medio segundo duró. Un instante en el tiempo y el espacio. Toda una relatividad de la que Einstein nos habló en algún momento.
En la pantalla de la Palm salió el logo de la marca amada, junto con el brotar de mis lágrimas que recorrían mis mejillas y mojaban las barbas grisáceas. Chequé con el más grande de los pesimismos y la sorpresa sobrevino: la Palm admitió el Hotsync; la Palm recibió con gusto toda la información perdida, asegurándola en su memoria.
Los mares se calmaron; la tormenta se alejó. Los rayos del sol en pleno ocaso aparecieron iluminando nuevamente mi vida. El canto de las gaviotas acompañó a mis oraciones de agradecimiento. La sonrisa a regresado a mi nuevamente y espero con gusto el tercer miércoles de septiembre.
Saludos
Hernán Canto Mézquita