Wearables: ¿Los necesitamos? ¿Hacia dónde vamos?
Pareciera que nos debemos acostumbrar a que la batería de tal o cual dispositivo, que antaño parecía interminable, ahora dure menos y el consecuente incremento en el número de cargadores, espero que se popularice comercialmente la carga inductiva y que ésta se haga más universal. Esto me hace recordar ese reloj Casio Illuminator que requiere un cambio de batería casi a los 5 años, aunque de mucho nos sirve si en los mismos centímetros cúbicos podemos tener mil veces más potencia y hacer mínimo 100 cosas más que solo ver la hora, iniciar un cronometro, encender una lucecita o hacer sonar la alarma. ¿Más poder se traduce en perder autonomía?
Relegado a otros mercados quedará el presumir las marcas de costumbre como Citizen, Nivada o Rolex, etc., cuyas maquinarias precisas y perfeccionadas tras de siglos de existencia de la relojería serán reemplazadas por relojes atómicos ubicados en algún punto impreciso del globo y al que tendremos acceso por la red y más aún con la tan comercializada idea de la Internet de las Cosas. Ahora no traeremos un reloj de fama mundial y de origen suizo, sino estará en boga vestir un Samsung, un Apple o un LG entre muchos otros fabricantes tradicionales de equipo móvil. ¿O veremos un despertar de esas marcas en el mercado de los wearables?
Pero no es solo cuestión de relojes, aunque en este momento es de lo que más se habla. Siempre ha existido esa necesidad latente de dotar al humano de aparatos que se incorporen a la cotidianeidad. Por ejemplo, tenemos el caso de los accesorios que han sido creados para deportistas, como los que tienen el branding de IronMan (los productos para atletas). Sin embargo, un wearable, es más allá que uno de estos dispositivos que nos dan información acerca de nuestro ritmo cardiaco, o la altitud, la presión atmosférica, nuestra posición global, nuestro tiempo de ejercicio o la temperatura corporal; estos además facilitan esa necesidad imperiosa de compartir o de obtener una retroalimentación de ese entrenamiento que acabamos de hacer.
Caso aparte de mención, merecen los dispositivos diseñados para los deportes más complicados para los electrónicos: los acuáticos. Me he encontrado con que hay, desde hace varios años, monitores cardiacos que prácticamente son una banda con un sensor que se adhiere al pecho o algunos más similares a un reloj de pulsera y que decir del reproductor MP3 para el nadador empedernido el cual transmite el sonido a través de los huesos del cráneo, tecnología mejor conocida como Inducción/Conducción Ósea.
Pero, ¿en verdad necesitamos toda esta información? ¿Tenemos la cultura de las rutinas de ejercicio o de cuidado de nuestra salud como para necesitarlo? Durante siglos el humano no ha necesitado conocer estos datos. Eso sí, no todo lo que hará un wearable será mostrarnos que tanto late nuestro corazón, también pueden llegar a aplicarse para tener información estratégica o de entretenimiento. Incluso me llegue a imaginar a personas tomandose selfies con las muñecas y ya no estamos muy lejos de ello.
Y regresando a la inducción ósea, un dispositivo muy famoso que usa también esta tecnología y que también está dentro de los wearables son los Google Glass, en si las gafas como tal ya son un producto que “se viste” y que ha pasado a ser un accesorio muy socorrido o un artículo necesario para quienes padecemos de la vista. Es de notar que pareciera que está en un estatus de eterno prototipo y espero que esto no le pase, en cuestión de ventas e interés por parte del consumidor potencial, lo mismo que a la Playbook que si bien salió con características muy buenas, ya era demasiado tarde.
También queda definir qué tan independiente queremos que sea el wearable que compremos, pudiendo adquirir uno con autonomía WiFi y datos celulares o ser un mero accesorio bluetooth de nuestro existente Smartphone. Así mismo conllevan un reto para los desarrolladores que tienen que adaptarse, de nuevo, a tamaños de pantalla y más sensores.
Se avecina un cierto furor, si no es que ya llegó, con estos dispositivos. Ya sea en forma de un smartwatch o de unas gafas de Realidad Aumentada o de monitores cardíacos ajustados al pecho o al calzado. Y es preciso también marcar que esto podrá tener un cierto impacto no solo en el mundo de la tecnología, sino en el diseño de modas. Y es que ya ha habido fabricantes que se han acercado con escuelas o instituciones de moda, tal es el caso de Sony Ericsson y el London College of Fashion con su vestido bluetooth que se enciende cuando entra una llamada, por lo que esperemos que estos ámbitos se influyan mutuamente: la moda tecnológica.
Respecto de aplicaciones más curiosas que han tenido los electrónicos en la ropa hay que destacar el sostén con bluetooth que solo se abre cuando una app en un Smartphone detecta que quien lo porta siente amor o de la ropa interior vibratoria que permite el contacto íntimo a la distancia y que fue creado por Durex, conocido como Fundawear en pro, además, del sexo seguro.
Otra disyuntiva en lo general: Los weareables ¿son tecnología que se viste o es ropa inteligente?
Y me atrevería a decir que incluso en el lenguaje podría haber un impacto puesto que habrá que definir si se sigue usando el concepto al español de Tecnología Corporal o Ponible (termino que en Latinoamérica no he escuchado) o tal vez llegue a haber alguna adaptación del vocablo wearable.
Via –The Guardian, Google, Wikipedia